jueves, abril 29

La utopía andina y la construcción de la moderna Nación Peruana

Por Stephanie Gonzales Quiroz

Resumen del artículo "LA UTOPÍA ANDINA Y LA CONSTRUCCIÓN DE LA MODERNA NACIÓN PERUANA: MITO, MEMORIA Y POLÍTICA", de Manuel Burga Díaz.

El autor se dedica a desarrollar el tema de la utopía andina a lo largo del tiempo y, sobre todo, en la actualidad, periodo en el cual la sociedad se caracteriza por su heterogeneidad étnica, cultural, lingüística, la cual, a su vez, no parece ser problema para la existencia de un tiempo homogéneo vacío, propio de una nación clásica.

En 1982, Alberto Flores-Galindo y Burga Díaz publicaron un breve ensayo cuyo título fue ¿Qué es la Utopía Andina?, se trataba del esquema de un proyecto de investigación que recorría la historiografía peruana desde el siglo XVI al XX. Desde el inicio consideraron a la utopía andina como un fenómeno de las mentalidades andinas, un conjunto de actitudes que buscaban la restauración de la sociedad indígena derrotada por los españoles en el dramático e irreversible periodo de la conquista (1531-1533): el Tawantinsuyu; actitudes plasmadas en autores como Garcilaso Inca de la Vega y Guamán Poma de Ayala. Luego de la conquista, se impusieron las costumbres y hábitos traídos por los españoles, los cuales constituyeron un enorme desorden, por ello, era una utopía volver al orden antiguo. Esta utopía se puede considerar como una verdad prematura (Alphonse de Lamartine) en los siglos XVII y XVIII, subversiva en el siglo XIX y finalmente plácidamente instalada como mito, memoria política en el imaginario social que contribuye a la construcción de la moderna nación peruana en el siglo XX.


MITO

El siglo XVII es una época dura en la cual los religiosos y los administradores coloniales bregan incansablemente para imponer una cultura oficial cristiana. Por esta razón, en el mundo andino lo nuevo y lo antiguo, lo oficial y lo clandestino, lo europeo y lo andino, comienzan a vivir en permanente contradicción dialéctica. En esta época, los indígenas, indios nobles o del común (mitayos) volvieron sus ojos al pasado para idealizarlo como un periodo donde los pobladores andinos vivieron una existencia social con justicia y sin explotación. Este mito había nacido gracias a los mismos cronistas españoles y posteriormente los cronistas mestizos (Inca Garcilaso y Felipe Guamán Poma). Los hombres andinos, por tanto, vivieron este proceso como una desilusión del presente pero a la vez una alegría de vivir al recordar y sentirse diferentes de los españoles. Es así que en sus fiestas patronales recordaban a un inca idealizado, al mismo tiempo que rendían culto a las divinidades cristianas.


MEMORIA

El mito fue convertido en memoria del pasado inmediato y ese pasado comenzó a ser vivido como presente posible. La administración colonial española reconoció la nobleza de los descendientes de los incas y les otorgaron distinciones. De esta manera, en la segunda mitad del siglo XVII se produce una suerte de incanización de las regiones andinas como una forma de ganar privilegios, de recordar la historia y, aunque suene contradictorio, como una forma de ser buenos cristianos.

Todo este proceso, acompañado de numerosos movimientos sociales y nuevas actitudes, convergieron en la gran rebelión de Túpac Amaru II, la cual despertó una enorme esperanza de restauración de la sociedad sumergida. Sin embargo estas iniciativas fracasaron.


LA POLÍTICA: Utopía y Nación

A pesar de la derrota de Túpac Amaru en 1781, la utopía aún existe; cada grupo social realiza su propia interpretación y su correspondiente representación de esa utopía. La realidad en el siglo XIX se mostraba difusa entre varias ideologías.

El español Sebastián Lorente (1813-1884) inicia un gran proyecto historiográfico a mediados de este siglo que buscaba terminar con la contradicción entre lo europeo y lo andino. Este autor, gracias a su moderna imaginación histórica logró modificar el panorama ideológico del país: lo que antes parecía como un periodo donde campeaba una inexorable contradicción, ahora parece como un período casi necesario de nuestra historia, parte de una larga continuidad, la cual ha generado una situación actual diversa y heterogénea. Estas ideas buscaban poner un orden sucesivo e incorporar la idea de progreso en la sociedad peruana.

El gobierno del presidente Augusto B. Leguía, llamado de la Patria Nueva, surgió como una respuesta a los gobiernos civilistas de la Patria Vieja civilista (1895-1919) que se inicia con la Constitución de 1920, donde se reconoce la existencia legal de la comunidad indígena y dicta normas favorables a la subsistencia y reivindicación del indígena peruano.

El cuestionamiento de los intelectuales jóvenes acerca de la realidad heterogénea del país permite llegar a la conclusión de que la moderna nación peruana debe integrar al indígena como ciudadano de la república peruana como un requisito fundamental e inevitable en la construcción de la moderna nación peruana; puesto que el Perú ya era una nación diversa.

Definitivamente, todo se ha transformado en el Perú. Los doce años de violencia política y enfrentamiento armado entre 1980 y 1992 han convertido al país en uno más respetuoso de los derechos humanos, donde lo andino y lo nativo de la Amazonía ya no aparecen estigmatizados, sino que forman parte de una ofensiva cultural. Se trata entonces de una utopía como conciencia histórica que busca construir la nación moderna, una república de ciudadanos que luchan constantemente por convertirse en ciudadanos a carta cabal.

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